viernes, 3 de diciembre de 2010

¿el conocimiento puede conducir a la felicidad?

¿Qué conocimiento realmente buscamos para conducirnos a la felicidad? y si de verdad existe ese conocimiento, ¿por qué lo buscamos? ¿acaso lo necesitamos? ¿existe un conocimiento total?

Al igual que hay distintos tipos de personas lo hay de conocimientos, aunque nunca sabemos el conocimiento que realmente necesitamos y por esa razón lo buscamos. En muchas ocasiones recurrimos al conocimiento de causa, aquel con el que buscamos los motivos que nos justifiquen la acción o situación de la que necesitamos respuestas. Cuando normalmente hablamos del conocimiento en general nos solemos referir a "tener conocimiento de", es decir, la manera con la que juzgamos a la gente por su razón y por su madurez. Normalmente solemos buscar el mayor conocimiento posible ya que creemos que así entenderemos mejor las cosas y que tendremos más inteligencia, aunque no tiene porque ser así ya que cualquier persona no muy culta puede llegar a tener conocimiento. El conocimiento es ¿la acción y efecto de conocer? o quizás es ¿el estado de conciencia, de sí mismo y de las cosas, en que vive el hombre? ¿qué es en si el conocimiento?. En el conocimiento el sujeto puede entenderse como, docmático o excéptico. Cuando decimos que el sujeto es docmático nos referimos a que cree que el conocimiento es la base de la vida, y cuando decimos que el sujeto es excéptico nos referimos a que el sujeto no cree que el conocimiento sea la base de la vida ya que según los excépticos el conocimiento tiene límites de los cuales los principales son los condicionamientos sociales del sujeto. Prescindiendo de estos dos últimos aspectos, en la teoría del conocimiento aparecen tres grandes ramas, el empirismo, el racionalismo y el idealismo. Con el empirismo vamos aprendiendo constantemente cosas de las que adquirimos esperiencia. El racionalismo afirma que el fundamento del conocimiento es la razón. Y el idealismo es la afirmación que el sujeto impone a la realidad y por tanto al objeto.


Son tantos los conocimientos que podemos llegar a adquirir, que nunca los podremos saber todos por lo que no conseguiremos un conocimiento total y no llegaremos a ser felices a través del conocimiento.



Alba Rojas

domingo, 28 de noviembre de 2010

No importa que tan lento vayas, lo importante es nunca detenerse.

No importa lo lento que vayas, lo importante es no detenerse nunca.

Por muy cansado que estés, sea el motivo que sea, una carrera, una lucha por algo, un perseguimiento de un sueño, o simplemente la vida misma…

No te pares nunca, no tires la toalla, no te quedes mirando en el horizonte, mira mucho más allá, piensa en el premio de esa carrera, piensa por lo que estas luchando, piensa en tu sueño, piensa en vivir un instante más de pie y no de rodillas.

Piensa en lo que realmente te motive, y aunque bajes el ritmo, y vayas más lento, no te pares nunca.


Marta

miércoles, 24 de noviembre de 2010

PROMESAS

Cosas, realmente insignificantes para tantos, pero tan presentes en nosotros. Pueden hacerte tanto, tanto daño con una de estas. Promesas que van desde regalarle a tu mejor amiga en la guardería sus gusanitos favoritos, hasta prometerle a tu abuela que la vas a llevar siempre contigo. Desde un para siempre, hasta un nunca más. Promesas enormes, otras menos importantes, otras insignificantes, otras que apenas son promesas, algunas difíciles de cumplir, y otras muy fáciles, algunas que duran años, y otras que son para toda la vida. Promesas a amigos, a padres, a compañeros, promesas a la persona más importante de tu vida, promesas a tí mism@. Muchas de ellas se cumplen, pero otras, no. Y cuando esto ocurre, ya nada podemos hacer, podemos ponernos a llorar, patalear o gritar, que nada nos va a devolver la confianza que teníamos antes de romperla.

Alba Rojas

jueves, 18 de noviembre de 2010

¿Imposible o improbable?


La real academia define la palabra imposible como algo que no tiene ni facultad ni medios para llegar a ser o suceder, y define improbable como algo inverosímil que no se funda en una razón prudente. Puesto a escoger, a mi me gusta más la improbabilidad que la imposibilidad, como a todo el mundo supongo. La improbabilidad duele menos y deja un resquicio a la esperanza, a la ética. El amor, las relaciones, los sentimientos, no se fundan en una razón prudente, por eso no me gusta hablar de cosas imposibles, sino de cosas improbables.

marta.